De la celestina a las apps de contactos

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Si nos remontamos a siglos pasados, es fácil comprobar la importancia que se le da en la cultura y la sociedad a la pareja. Desde tiempos remotos, el ser humano no es capaz de dirigirse sin formar una familia que se inicia con encontrar a la pareja ideal. Quizá no se ha tratado nunca de amor al uso, tan solo se trataba de un acuerdo en el que dos personas decidían compartir su vida y procrear. Los convencionalismos del amor, llegaron con la evolución del ser humano. Y no siempre fue o es así. En muchas ocasiones, el amor queda en segundo plano para dar paso a la conveniencia.

No es de extrañar que desde esos tiempos remotos, ya existiera esa suerte de agencia matrimonial que pasaba por ser una mujer que con sus artes, era capaz de unir a hombres y mujeres que no tenían los arrestos suficientes para acercarse entre sí, por propia voluntad. Las conocidas como celestinas o alcahuetas, no eran, ni mucho menos como las aplicaciones modernas o las agencias matrimoniales, pero hacían las veces de unir parejas con sus artes, a veces, nada buenas.

Desde aquellos tiempos que relatan los libros de historia y las novelas de la época, las alcahuetas o celestinas han evolucionado notablemente. Siendo parte fundamental de la sociedad más moderna y actual. Hoy en día, podemos encontrar diversos puntos de encuentro que van desde las archiconocidas aplicaciones de contacto, hasta las agencias matrimoniales que, como Agencia Géminis, ofrecen a sus clientes, la posibilidad de encontrar el amor con mayor facilidad.

Es posible que, para muchos la idea de utilizar una app de citas como Tinder, sea la mayor genialidad de la historia. En tanto que para otros, recurrir a una agencia matrimonial, con todas las garantías y la seguridad que ofrecen, sea la mejor opción. Lo que queda patente es que, en la sociedad actual, este servicio sigue vigente y ha experimentado un revival.

Cuando la tecnología pierde ante la tradición

Perder, lo que se dice perder, no. Tampoco es que se trate de una competición entre factor humano y tecnología, aunque en algunos campos, lo primero debería seguir primando. En el particular del que hablamos en este momento, es primordial que el factor humano tome las riendas y no sea una aplicación llena de algoritmos la que te diga quién es el hombre o la mujer de tus sueños.

Los ritmos de vida que llevamos en la actualidad limitan el campo de acción para interactuar con nuestros congéneres a las aplicaciones y el teléfono móvil. Esto, no ha hecho otra cosa que enfriar las relaciones y erradicar en gran medida ese calor humano tan necesario y anhelado. Contactar con personas afines a ti a través de una aplicación móvil, facilita la tarea en apariencia. Es muy fácil conocer gente, seleccionarla y descartar si no te gusta, con tan solo un movimiento con el dedo. Sin embargo, las decepciones son mucho mayores que los aciertos.

Esta forma de relacionarse es más que habitual, a quien más y quien menos se le ha pasado por la cabeza, buscar amigos, amigas, pareja o grupos afines, a través de las redes sociales. Dentro del sesgo de edad de los más jóvenes, la práctica es más habitual todavía. De hecho, una inmensa mayoría de personas, son incapaces de socializar sino lo hacen a través de una pantalla. Resulta, cuanto menos, curioso, aunque normalizado.

Sin embargo, esto nos lleva a una constante decepción. La frustración hace acto de presencia y los más románticos y románticas o tal vez, clásicos, prefieren utilizar una agencia matrimonial como medio para encontrar a su pareja. Lo que nos quiere decir que el factor humano, es esencial para lograr una relación saludable. Resulta inevitable retornar a lo de siempre cuando lo de siempre, funciona.

Si nos centramos en las agencias matrimoniales y su evolución, podemos decir que fue durante los años sesenta del siglo veinte que se establecieron en nuestro país. Si bien, en otros países más avanzados culturalmente, ya existía alguna, en España, como buenos españoles con arraigo a su cultura, seguíamos haciendo uso de las celestinas, alcahuetas o la amiga o amiga de turno que hacía las veces de Cupido.

Más de medio siglo después, y a pesar de las múltiples opciones disponibles para buscar pareja, las agencias matrimoniales al uso, siguen presentes en nuestra sociedad, aunque han tenido que reinventarse para que la gente sepa de su existencia. Volviendo a sus orígenes, los servicios que ofrecían las agencias matrimoniales eran solicitados por dos perfiles de personas claramente definidos:

  • Hombres y mujeres que habían quedado viudos.
  • Mujeres y hombres que permanecían solteros a determinada edad, algo no muy bien visto por la sociedad en otros tiempos.

Estos dos perfiles, recurrían a las agencias matrimoniales, sobre todo, a consecuencia de que su situación personal dificultaba encontrar pareja sin intermediarios. Cuando el entorno social de una persona soltera estaba lleno de parejas felices, la única opción posible, pasaba por apuntarse a una agencia matrimonial que hiciera el trabajo de celestina.

Por aquellos tiempos, la finalidad de estas agencias no era otra que la de encontrar pareja para contraer matrimonio. Razón por la cual, una vez se aprobó en España, la Ley del Divorcio, allá por el año mil novecientos ochenta y uno, estas agencias experimentaron una gran expansión. Ser soltero estaba mal visto y los divorciados, divorciadas, separados o separadas, querían darse una segunda oportunidad y encontrar el amor.

Cambio en el concepto de pareja, cambio en la forma de encontrarla

No podemos seguir hablando de la evolución en las formas de encontrar pareja, sin hablar de la evolución que ha experimentado el concepto de pareja. Lógicamente, se ha cambiado la manera de entender el modelo de pareja que lejos de la tradición, ya no persigue el matrimonio como meta final y absoluta. Esta finalidad, carece de fuerza por lo que, de forma inevitable, la búsqueda de pareja, se ha visto sometida a una evolución paralela.

En la actualidad, las personas buscan pareja en el sentido de compañero o compañera. Alguien con quien compartir un proyecto común sin necesidad de demostrarlo ante toda la sociedad con un acto como las bodas. Eso es lo de menos. Ahora, las fórmulas de pareja son muchas, desde la convivencia hasta la relación estable pero cada uno en su casa. Parejas con hijos, parejas sin hijos, parejas liberales, poliamor… Con esta paleta de colores, la forma de relacionarse es variada. Estos cambios, han producido que las agencias matrimoniales, se transmuten en agencias para encontrar pareja. Menos formal y con un campo más amplio. Aunque siguen existiendo las agencias matrimoniales más clásicas.

Los clientes más habituales que recurren en la actualidad a las agencias matrimoniales o para buscar pareja, tienen un perfil muy concreto: se trata de personas proactivas que tienen muy claro lo que quieren y no confían en el azar como medio para conseguirlo. Es decir, hacen más caso a las probabilidades que a la casualidad.

Mientras que en otros tiempos, los hombres y mujeres que recurrían a las agencias matrimoniales, lo hacían por su incapacidad para encontrar el amor y con la finalidad de contraer matrimonio, en los tiempos de internet, la finalidad es otra. Los clientes de las agencias, valoran la confidencialidad que ofrecen, la seriedad y la eficiencia del servicio. No quieren perder su tiempo conociendo personas de forma indiscriminada valiéndose de los filtros de las redes sociales, prefieren optar por el filtro humano y profesional que seleccione a los candidatos más afines y acordes con sus necesidades.

En resumidas cuentas, lo primero que ha cambiado en nuestra sociedad, es la forma de relacionarnos entre nosotros. Esto ha conducido a la sociedad a un cambio en el concepto de la pareja y a la necesidad de disponer de servicios que ofrezcan garantías para encontrar a la persona afín.

Basta con echar un vistazo a la cantidad de modelos que podemos encontrar, para darnos cuenta de que no existe un modelo único, como antes. Lo clásico sobrevive pero no reina. Tampoco reina el poliamor, ni las parejas liberales. No existen más parejas con hijos que sin ellos, ni tampoco de las que conviven bajo el mismo techo o las que siendo estables, viven cada uno en su casa.

Estamos en los tiempos del todo vale. Vale buscar el amor en un bar, en una aplicación o en una agencia matrimonial. Vale no buscar el amor y quedarse single toda la vida. Vale tener hijos y formar familia sin pareja o formar familia sin hijos y rodearse de mascotas. Poco importa lo tradicional en la mayoría de los casos. Lo que cuenta es que sea lo que uno quiere y le haga sentir bien y en armonía. La forma que cada uno o una elija para encontrar a esa pareja o no encontrarla si es el caso, es, a fin de cuentas, lo que menos importa. Aunque existen incontables opciones para encontrar al compañero o compañero ideal, pues siempre hay alguien afín a ti. Tan solo hay que hacer que se crucen los caminos, sea tropezando en una esquina, comprando el pan o, simplemente, haciendo Match.

 

 

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