Deja de quejarte y muévete

COMPARTIR
gimnasio

Hoy no al gimnasio de siempre. No tenía ganas de pesas, ya me aburren, así que probé a ir a un entrenador personal que trabaja con un grupo de ocho personas.

Lo que vi allí me dejó pensando en todo lo que hacemos mal cuando hablamos de ejercicio y salud. Había de todo: personas mayores, jóvenes, algunos con lesiones, otros quejándose sin hacer nada, y personas que, pese a tener problemas serios, se movían como si nada.

Vi a una mujer de 50 años con una hernia discal lumbar. Sí, la misma lesión que haría que cualquiera se quedara en el sofá, con dolor y miedo a moverse. Pero ella estaba entrenando con tanta fluidez que ni parecía tener un problema. En cambio, hay jóvenes de 20 años quejarse por cualquier dolor y no moverse, personas que podrían estar mejor si solo hicieran un esfuerzo mínimo. Ahí es cuando te das cuenta de que mucho de esto es mental y de actitud.

 

Por qué nos quejamos tanto

Es curioso cómo la gente se pasa el día quejándose. Que el dolor, que el cansancio, que el tiempo que hace, que no hay motivación. Lo vemos en el gimnasio, en el trabajo, en las amistades… Lo fácil es quedarse en la queja, porque no duele. Hacer algo cuesta, levantarte del sofá cuesta, cambiar un hábito cuesta.

Pero quejarse no soluciona nada. Puedes hablar horas de lo difícil que es moverse, de lo duro que es el gimnasio, de lo mucho que duele el cuerpo, y al final sigues igual. No importa tu edad, tu condición física ni tus lesiones.

Hacer algo, aunque sea pequeño, es lo que marca la diferencia.

 

Cómo observar a otros cambia tu perspectiva

Ese día vi cosas que me hicieron reflexionar. Personas con lesiones graves haciendo ejercicios que parecían imposibles. Jóvenes quejándose sin moverse ni un centímetro. Es curioso cómo la comparación puede ser un golpe de realidad. No para sentirte mal contigo mismo, sino para darte cuenta de que muchas veces tu limitación está en tu cabeza.

Observar también enseña paciencia. No todos empezamos igual, ni tenemos los mismos retos. Pero lo que sí podemos hacer es actuar. Un entrenador personal en Alicante con quien hablé de este tema, Entrenador Personal en Alicante, me enseñó una cosa me dio un consejo muy valioso: empezar con movimientos sencillos y progresivos, adaptados a tu cuerpo.

No importa si es caminar, levantar peso ligero o estirarte cinco minutos. El secreto está en la constancia, no en hacer cosas complicadas desde el día uno.

 

Moverse, aunque duela un poco

Hay que aceptar algo importante: moverse a veces duele, pero hay que diferenciar entre dolor real y miedo al dolor. Muchas personas evitan el movimiento porque tienen miedo de lastimarse, incluso si ya están heridas. Lo que vi ese día me enseñó que no moverse por miedo es peor que moverse con cuidado.

Si tienes lesiones, hay ejercicios que puedes hacer y otros que debes evitar. La clave es encontrar lo que funciona para tu cuerpo. No necesitas una rutina perfecta ni pasar horas entrenando. Basta con empezar, moverte aunque sea poco, y aumentar poco a poco. Lo peor que puedes hacer es quedarte quieto y quejarte.

 

Consejos para dejar de quejarse y moverse

  1. Empieza por algo pequeño: no necesitas horas de gimnasio ni equipos caros. Caminar diez minutos al día ya es un paso gigante.
  2. Hazlo diario: incluso cinco minutos cuentan. La regularidad vence a la intensidad.
  3. No te compares con nadie: cada cuerpo es diferente y cada avance es válido.
  4. Escucha a tu cuerpo, pero no uses el dolor como excusa: hay diferencia entre molestia y lesión real.
  5. Busca ayuda cuando la necesites: un entrenador puede enseñarte a moverte de forma segura. Uno de los consejos que me dio un entrenador personal en Alicante fue ajustar los ejercicios a la capacidad real de cada persona y concentrarse en movimientos básicos pero efectivos. No necesitas hacer cosas complicadas para notar mejoras.
  6. Recuerda por qué lo haces: no es solo estética ni fuerza. Es tu salud, tu bienestar y tu energía diaria.

 

La actitud lo es todo

Puedes tener la mejor rutina, los mejores ejercicios y la mejor motivación externa, pero si tu cabeza no está en ello, no sirve. Quejarse es fácil, pero comprometerse con tu cuerpo y tu salud requiere decisión.

Es por eso que vi a personas mayores con lesiones serias moviéndose mejor que jóvenes quejándose constantemente. La diferencia estaba en la actitud: compromiso, paciencia, constancia y ganas de mejorar. No importa el dolor ni la edad, importa lo que estás dispuesto a hacer para avanzar.

 

Cómo empezar sin complicarte

Lo primero es simple: moverse. Puedes hacer una caminata diaria, estirarte al levantarte, probar clases de yoga o entrenamiento ligero. Lo importante es que sea algo que puedas mantener.

La mayoría de la gente fracasa porque se exige demasiado desde el inicio. El truco es empezar con poco y luego ir aumentando. Es como aprender cualquier cosa: paso a paso. Y si tienes dudas, un entrenador puede ayudarte a encontrar lo que realmente te sirve. No hace falta que sea caro ni que tengas equipo complicado. Solo alguien que te enseñe a moverte bien.

 

Mente y cuerpo trabajando juntos

Moverse no es solo físico, también es mental. Cada vez que te levantas y haces algo por tu cuerpo, le estás diciendo a tu mente que eres capaz. Que puedes superar la pereza, que puedes manejar el dolor y que no necesitas quejarte para justificar tu inactividad.

Cuando la mente y el cuerpo trabajan juntos, los resultados llegan. No siempre de forma rápida, pero llegan. Y lo mejor es que tu día a día mejora: duermes mejor, te sientes con más energía, tu humor cambia. Todo porque tomaste la decisión de hacer algo, en lugar de quejarte.

 

Rompiendo la rutina

A veces necesitamos romper la rutina para no caer en la queja constante. Probar algo diferente puede ser un soplo de aire fresco. Ese día con el entrenador vi cómo cambiar de enfoque podía motivar incluso a los más cansados. Salir de la rutina ayuda a descubrir nuevas formas de moverte y disfrutar del proceso.

No importa si es caminar en un parque, probar una clase diferente o cambiar los ejercicios que ya conoces. Lo esencial es moverte y mantener la constancia. Esa es la única manera de quejarse menos y mejorar más.

 

Dejar de quejarse empieza con decisiones pequeñas

Dejar de quejarse no requiere grandes gestos ni de una enorme motivación épica. Empieza con cosas muy pequeñas, casi tontas, pero que hacen toda la diferencia. Por ejemplo, levantarte del sofá y caminar hasta la cocina sin mirar el móvil, o subir las escaleras en lugar de esperar al ascensor. Suena simple, ¿verdad? Pero cada vez que eliges moverte en lugar de quedarte quieto, tu cabeza empieza a pensar: “Vale, puedo hacer esto”.

La verdad es que la mayoría se queja porque se siente atrapada en la rutina. Espera que alguien los motive, que llegue un milagro o que la vida los obligue a moverse. Pero eso no pasa. La única persona que puede cambiar eso eres tú. Y lo bueno es que no necesitas grandes planes para empezar. Cinco minutos de caminata, unos estiramientos al levantarte, o probar un ejercicio que viste en clase ya cuentan. No importa que no salga perfecto, lo importante es hacerlo.

Lo mejor de estas decisiones pequeñas es que se van acumulando. Un día caminas cinco minutos, al siguiente diez, luego pruebas un movimiento nuevo. Sin darte cuenta, estás haciendo más que si solo te hubieras quedado quejándote. Ni siquiera necesitas un gimnasio caro ni equipo complicado. Incluso un entrenador puede ayudarte a ajustar los ejercicios, pero no es imprescindible. La idea es que moverte se vuelva un hábito, algo normal, no un castigo.

Y hay algo que pocas personas notan: moverte te da control. Cada vez que eliges hacer algo, decides cómo será tu día, tu energía y tu cuerpo. No importa la edad, la condición física o si tienes lesiones. Lo importante es empezar. Porque mientras sigues quejándote, otros ya están haciendo algo, aunque sea mínimo. Sí, puede doler un poco o dar pereza, pero la sensación de ser capaz, de sentirte activo y con energía, vale mucho más que cualquier excusa para quedarte quieto.

 

Después de ese día, lo tengo claro

Quejarse es gratis, moverse cuesta un poco, pero da resultados. No hay excusas, no hay atajos mágicos, solo acción. Personas con lesiones, jóvenes con dolor o cualquiera que se queje sin moverse nos muestran una realidad sencilla: tú decides cómo quieres vivir.

Puedes quedarte en la queja y seguir igual, o hacer algo, aunque sea pequeño, y empezar a cambiar tu cuerpo y tu vida. No hace falta ser atleta ni experto, solo tomar la decisión de moverte. Y créeme, esa decisión cambia todo. Cada paso que das, por pequeño que parezca, suma. Cada vez que eliges moverte, tu cuerpo y tu mente lo agradecen, y verás que la vida se vuelve un poco más fácil y más tuya.

Mas populares

Noticias relacionadas

Scroll al inicio